martes, 1 de abril de 2014

"Pongo mi espíritu", Angélica Liddell






PONGO MI ESPÍRITU


Pongo mi espíritu en la sala de autopsias
para no satisfacer el orgullo de los médicos. 
Pongo mi espíritu en la sala de autopsias
porque quiero molestar a la comunidad de los hombres
fuertes desobedeciendo. 
Desobedeceré.

Los hombres duros tienen el poder
pero yo, mujer, tengo el asco por los hombres.

Y viviré enriquecida y empobrecida por el dolor
y el desconsuelo será mi única certeza
y sólo me afligiré con los que se afligen
y sólo acompañaré a los que se sientan culpables
y sólo escicharé a los que pidan perdón
y sólo defenderé la inocencia de los dementes
y sólo abrazaré a los débiles.
Me expongo voluntariamente, yo mujer.
a vuestros insultos y humillaciones
para fortalecer la repulsión que siento por todos voso-
tros, hombres.

Jamás volveré a emplear palabras indoloras.
La venganza femenina seguirá siendo el tema principal.
Ningún hombre ha conseguido igualar en belleza a una
mujer aireada.
EL destino de la belleza está, por tanto, en mis manos.
Desobedeceré.

Y copularé con todos mis hijos para convertirlos en hom-
bres débiles.
Daré inicio de este modo a una estrirpe de incapaces.
Ninguno de ellos ejercerá más violencia que la que se 
emplea para respirar.
La guerra tiene lugar para oponerse a la muerte.
Con mi incesto doy el primer paso para oponermea la 
fuerza.
Hubo un tiempo en que los humanos eran despedaza-
dos por los tigres.
Y engullidos por los tiburones. 
Y no hacían falta sepulturas. 
Yo acabaré con los hombres fuertes sin cavar ni una sola
fosa.
SImplemente desobedeciendo.
Ofreceré resistencia armada con mi sexo. 
Desobedeceré.
Mi lanzamiento de bombas ofensivas.
Mi mano en el Mauser.
Mis hijos amados, mi Mauser. 
Mishijosyyoasombraremosalmundoconnuestroexceso.
Porque el aprendizaje no puede existir sin asombro.
Después de salir cada noche de mi cuerpo
mis hijos asombrarán al mundo de los hombres fuertes.
Con su inconmensurable bondad,
con su inconmensurable anemia,
con su inconmensurable pereza,
haré de la insignificancia un valor. 
Mis hijos serán hombres buenos que no sirvan para nada. 
Mis hijos serán hombres buenos que no sirvan para nada. 
Mis hijos serán hombres buenos que no sirvan para nada. 
Y de ese modo, vosotros, hombres fuertes
tan ansiosos de reglas y disciplina,
gordos de mentiras y promesas incumplidas,
apestados por la ambición,
ventosas arrogantes.
Vosotros,
que cuanto más culpables sois más defendéis vuestra ino-
cencia,
Vosotros,
que cuanto más atormentáis a aquellas que sabéis que os 
aman 
más defendéis vuestra inocencia.
Vosotros,
que cuento más crueles y sucios sois más defendéis vues-
tra inocencia.
Vosotros,
que cuanto más pedís y menos dais más defendéis vues-
tra puerca inocencia.
Vosotros, hombres,
que seríais capaces de prenderle fuego a una de vuestars
víctimas ya carbonizadas
y seguir defendiendo vuestra puta inocencia.
Vosotros,
cerdos egoístas de dientes blancos,
seréis vencidos por unos niños apáticos y temblorosos.
Y todo el dolor que habéis causado
os será devuelto con la rabia de una tormenta.

Defenderé mi incesto con mi aflicción.
Cuanto más frágiles sean mis hijos después de cada cópula
más bellas serán las descripciones de los paisajes.
Cuanto más atormentadas estén nuestras carnes,
más bellas serán las descripciones de los paisajes.

Dibujaremos una raya en el suelo.
Vosotros allí, hijos míos, 
y yo en el extremo opuesto reproduciendo posturas me-
lancólicas como en un gimnasio.
Los amantes infames que me hicieron perder el interés
por la vida
fríos y crudos como moluscos,
lacayos de la ingratitud,
orgullosos de su desafecto,
serán aniquilados por la grandeza de nuestra acción
y la grandeza de nuestra angustia.
Cuanto mayor sea nuestro amor, hijos míos, 
más ridículos y absurdos parecerán ellos.
La angustia vendrá en nuestra ayuda. 
No tengáis miedo.
Después de nosotros el viento será el único soldado.
Si nos ponemos de parte del viento arrancaremos las
carreteras para hacer desaparecer las direcciones.
Despedazad mi pobre anatomía.
Sin brazos y sin piernas mi cuerpo parecerá un cohete
y vosotros seréis las estrellas
y algún día moriré de una enfermedad imprecisa,
como los animales,
sin que nadie sepa que he muerto. 
Demasiados indignos he conocido ya.
Demasiado estruendo en las pocilgas.
Demasiados hombres metálicos.
Demasiados insensibles.
Será un descanso morir sola.
Venid a la cama, hijos míos,
y penetradme una vez más con vuestros sexos.
Tened cuidado.
Estamos fabricando a los hombres más frágiles del mundo.  

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