martes, 5 de febrero de 2013

Por favor, Mátame. Prólogo



LOU REED: comíamos copos de avena día y noche, y donábamos sangre, entre otras cosas, o posábamos para aquellos tabloides semanales que costaban diez o quince centavos. Una vez publicaron mi foto, y el texto decía que yo era un maníaco sexual de Kansas que había asesinado a catorce niños, lo había grabado todo, y escuchaba la cinta a media noche dentro de un granero. El texto que acompañaba la foto de John Cale decía que había matado a su amante porque éste iba a casarse con su hermana, y él no quería que su hermana se casara con un maricón.


JOHN CALE: En 1965, Lou Reed ya había escrito “Heroin” y “Waiting For The Man”. Conocí a Lou en una fiesta, donde tocó esas canciones con una guitarra acústica; y no le presté demasiada atención, porque la música folk me parecía un coñazo. Odiaba a Joan Baez y a Dylan. ¡Cada canción era una maldita pregunta! Pero Lou insistió en que leyera las letras, y no se parecían en nada a lo que cantaban Joan Baez y toda aquella gente.

En aquella época, yo tocaba con La Monte Young en el Dream Syndicate, y el concepto de grupo era aguantar una sola nota durante dos horas.

BILLY NAME: La Monte Young era el mejor camello de Nueva York. Tenía las mejores drogas. Unos ácidos enormes y buenísimos, opio, también tenía hierba.

Cuando ibas a casa de La Monte y Marian, pasabas allí un mínimo de siete horas, y no era raro que acabases quedándote dos o tres días. Parecía un fumadero turco; todo por el suelo, collares, y un costo muy bueno, gente de la calle que entraba y pillaba, y aquella música, aquel zumbido incesante.

La Monte daba actuaciones que se prolongaban durante días; los músicos llegaban y se iban añadiendo. Se trataba de aguantar una sola nota durante mucho tiempo. Era la época en la que John Cale rondaba por allí.

STERLING MORRISON: Al principio nos iban los tranquilizantes, tomábamos torazina y barbitúricos. Los seconales y la torazina eran muy populares. Los conseguías de los médicos, siempre había alguien que tenía una receta. Era buen material, de farmacia, fiable.

Solían dar torazina a los psicóticos peligrosos. Te subyuga. Te pone en un estado catatónico, ja, ja,
ja. Yo me la tragaba con alcohol y a la mañana siguiente miraba a ver si todavía estaba vivo.



RONNIE CUTRONE: Al salir del ascensor de la Factory, Paul Morrisey había colocado un cartel en la puerta que decía PROHIBIDO METER DROGAS. Mientras, todo el mundo se estaba inyectando en las escaleras. Dentro de la Factory nadie tomaba drogas, excepto Andy, que tomaba obetroles, unas pastillas naranjas de anfetamina. Tomaba una al día para pintar, porque era adicto al trabajo. Todos los demás nos inyectábamos en la escalera.

Pero sólo metadrina (Metanfetamina). Éramos unos puristas. Había otra gente que tomaba ácido. Por aquella época había dejado el ácido y estaba más con la metadrina, porque tenías que estar despierto. La palabra “despierto” tiene connotaciones buenas, ya sabes, como la canción de Stevie Wonder, pero nosotros la cambiamos de significado hacia algo así como “rígido” y “paranoico”. Por lo tanto: metadrina.

ED SANDERS: Yo conocía a Andy Warhol antes de que se rodease de aquellos tipos con pinta de navajeros. Por eso dejé de ir por allí, ya no me sentía cómodo. Se volvió un poco vicioso. Aquella gente me daba asco. Les llamábamos “A-Heads”, de Anfetamínicos. Porque iban todos de speed.

De hecho, mi incursión en el cine se limitó al documental que hicimos sobre los consumidores de anfetamina. Alquilé un viejo loft en la calle Allen y compré un par de onzas de anfetamina. Las puse en medio de la habitación y coloqué luce alrededor. Mi única condición era poder rodarlo todo, para hacer el documental, que se titulaba Amphetamine Head. Corrí la voz, y aquello se llenó de anfetamínicos. Disparaban tinta sobre un lienzo con sus jeringuillas y luego usaban esa mima jeringuilla para chutarse. Hubiese sido una buena película, pero la policía confiscó el metraje.


SUSAN PILE: La gente hacía cosas extrañas cuando se metían speed. Hubo un tío que apareció en el Max's Kansas City con el brazo en cabestrillo. Todo el mundo le dijo, “¿Qué te ha pasado”.

Y él dijo, “Oh, me metí speed y no pude parar de tocarme el pelo en tres días”

Imagen tridimensional de la molécula de la anfetamina

BILLY NAME: Lou, Mary Woronov y yo solíamos ir al Max's Kansas City, y luego a discotescas gay del Village, como el Stonewall. Cerraban a la cuatro, pero Lou y yo todavía llevábamos marcha por la metradina que nos habíamos metido. Entonces íbamos a los after hours donde podía seguir bailando. Luego se hacía de día, y Lou y yo nos arrastrábamos a la Factory y nos enrollábamos. No era una relación seria, sólo éramos amigos para pasar el rato.

MARY WORONOV: No queríamos ir a San Francisco, California era muy rara. No éramos como ellos para nada. Nos odiaban. Para empezar, nosotros vestíamos de cuero negro, ellos con colores chillones. Ellos decían, “¡No veas, tío, qué pasada”; nosotros leíamos a Jean Genet. Nosotros éramos sadomasoquistas y ellos pregonaban el amor libre. Nos gustaban los gays, y la Costa Oeste era totalmente homofóbica. De modo que nos veían como a unos depravados, y nosotros a ellos como unos estúpidos.

MAURENN TUCKER: No me gustaba toda aquella mierda de paz y amor.

RONNIE CUTRONE: Tienes que darte cuenta también de que íbamos puestos de metadrina nueve días a la semana. Así que incluso ahora, no sé qué era verdad y qué no, porque cuando te mantienes en pie durante nueve días seguidos, cualquier cosa puede pasar, la paranoia es tan densa que se puede cortar con un hacha.

ULTRA VIOLET: Valerie Solanis asustaba un poco, pero me gustaba, porque creo que era brillante. Si lees su Manifiesto, SCUM –siglas de The Society for Cutting Up Men- es una locura, pero es brillante e ingenioso. No soy feminista, pero cuando leí el manifiesto pensé que tenía bastantes puntos acertados, como que los hombres llevaban controlando el mundo desde Adán y que ya era hora de parar eso. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario