jueves, 22 de septiembre de 2011

François Dosse sobre Gilles Deleuze

En el libro Deleuze político editado en Buenos Aires por Ediciones nueva visión, el artículo de Françoise Dosse va de la página 27 a la 44. El extracto que aquí copiamos va de la página 30 a la página 32. 


LA RUPTURA INSTAURADORA:

MAYO DEL 68



En Mayo del 68, Deleuze enseña en la Universidad de Lyon y de inmediato se muestra muy receptivo ante la impugnación estudiantil. En estado de alerta, es uno de los escasos profesores de la Universidad que declara públicamente su apoyo, que participa en las asambleas generales y en las manifestaciones de los estudiantes de Lyon. Incluso es el único docente del departamento de filosofía que hace acto de presencia en el movimiento. Es simpatizante y se mantiene atento a lo que escucha, sin nunca adoptar la posición de dar lecciones. En efecto, Deleuze adhirió totalmente al movimiento. Cuando el viernes 10 de mayo de 1968 Maurice de Gandillac, su director de tesis, va a la casa de Deleuze en Lyon, es recibido con pancartas, banderas rojas y banderolas colgadas de los balcones por los hijos de Deleuze, Julien y Émile. Una noche de mayo en que la familia había invitado a cenar a Jeannette Colombel y a su marido, un estudiante llegó inopinadamente para anunciar que un proyecto de intervención fogoneado por la extrema derecha se hallaba en preparación para quebrar el piquete de huelga de los estudiantes de la universidad: “Rápidamente, bajamos por la escalera, Gilles y yo, para ir a reunirnos con nuestros estudiantes”. Esta sensibilidad frente al movimiento de Mayo resulta tanto más notable en Deleuze ya que no sólo constituye una excepción en su medio universitario de Lyon, sino que además se había fijado como prioridad terminar su tesis de doctorado y defenderla en el otoño de 1968. Deleuze consagra el verano a cerrar la tesis en la propiedad familiar de Mas Revery, en Limousin. Pero su cansancio es tal que llega a consultar a un médico que diagnostica el resurgimiento de una antigua tuberculosis refractaria a los antibióticos, lo que hace un enorme agujero en uno de sus pulmones. Es preciso hospitalizarlo de urgencia, aunque no se lo llega a operar de inmediato a los efectos de no comprometer la defensa de la tesis, que es postergada para enero de 1969. Deleuze presenta, pues, en la Sorbona, a comienzos de 1969, una de las primeras tesis en ser defendida luego del movimiento de Mayo: los enfrentamientos aún distaban de haber terminado. Publicada en 1968, esta tesis, Diferencia y repetición, es su gran obra, mediante la cual sale del largo periodo de historia de la filosofía para expresar sus propias posiciones filosóficas.

Luego de la defensa de su tesis, Deleuze debe someterse a una muy delicada operación, una torocoplastía, que lo reduce a quedarse con un solo pulmón y lo condena a repetidas perfusiones y a la insuficiencia respiratoria hasta el final de sus días. Esta operación también exige de Deleuze un prolongado periodo de reposo, un buen año de convalecencia que pasa en compañía de su esposa, apartado de toda agitación en su propiedad en Limousin. En el paréntesis de ese momento de debilitamiento vital y de obligado retiro temporario, Deleuze hace el encuentro decisivo, que le da un nuevo aliento, con Félix Guattari. Sin Mayo del 68, este encuentro no habría tenido lugar. El acontecimiento de 1968 es ese corte de flujo necesario para liberar las fuerzas creativas de los nuevos amigos. Este apego al impulso vital sentido en esta “ruptura instauradora”, como lo llama Michel de Certeau, nunca será negado por Guattari ni por Deleuze. Siguiendo la enseñanza de Joë Bousquet, muy invocado en 1967 por Deleuze, conviene ser digno de lo que llega, empuñar la antorcha del advenimiento del desgarramiento atravesado transformándolo en devenir liberador. Su primera obra en común, El AntiEdipo, arraiga en el movimiento de Mayo del 68, del que esboza sus modalidades de un renovado pensamiento del mundo moderno. Lleva la marca de la efervescencia intelectual del periodo. Al comentar la publicación de esa primera obra en común, Félix Guattari confirma ese anclaje: “Mayo del 68 fue una conmoción para Gilles y para mí, así como para tantos otros; no nos conocíamos, pero este libro es actualmente, pese a todo, una continuación de Mayo”.