«Bienvenido de Sils-María.»
Se vuelve a hacer tanto por el arte, ningún círculo donde se bebe cerveza sin su representante, señores literatos son llamados al Ministerio, existe, se cita las orillas del Arno. Quisiera aparecer con una colaboración numérica, un cálculo, una consideración intelectual sobre cuanto he ganado con mi poesía y mi profesión de literato, summa summarum, en toda mi vida. Cuando hice mi primera publicación tenía veinticinco años, este mes he cumplido cuarenta, se trata, pues, de quince años y sumo muy exactamente todo lo que he cobrado de honorarios por los libros, incluyendo las obras completas, los folletines, la reimpresión, la inclusión en antologías, en una palabra, por la industria del papel y de las editoriales: son novecientos setenta y cinco marcos.
En lo que se refiere especialmente a las poesías, gané en 1913 cuarenta marcos por una hoja lírica en casa de mi amigo Alfred Richard Meyer, durante la guerra veinte marcos por poesías en las Weissen Blättern (Hojas Blancas) de Schickele, después de la guerra treinta marcos por dos poesías en el Querschnitt, esto representa en total noventa marcos por la lírica. No quiero hacer limpieza de ninguna manera como lo hizo Else Lasker-Schüler, mi actividad de médico-especialista me ha sustentado hasta ahora. Y aunque las enfermedades venéreas parecen desaparecer de la superficie de la tierra, y que el congreso internacional de sifilólogos en París en 1925 estimó que la lúes disminuirá en un cincuenta por ciento en los próximos años en Europa, no quiero acusar a Ehrlich-Hata en interés de lo general. Como he dicho, sólo es un cálculo sobre la poesía y el pensamiento, una asociación de ideas sobre el arte y la vida y la Fuente Castalia.
Tengo que hacer una observación preliminar a las consideraciones siguientes. No tiene ninguna importancia para la cuestión si soy apreciado, sobreestimado o menospreciado, como personalidad literaria. Aquí solo se trata de estadística, es decir, de lo siguiente:
Con estos novecientos setenta y cinco marcos he sido traducido al francés, al inglés, al ruso, al polaco y he entrado en antologías líricas de América, Francia y Bélgica. Según estoy enterado han aparecido en París el año pasado artículos y comentarios sobre mí en las Nouvelles littéraires, en Volonté y L’opinion républicaine. En un tratado del francés Reber he leído una crítica sobre un libro francés que se trataba de literatura alemana y al que censuraba porque no había mencionado a figuras como yo. En una conferencia en la Sorbona el señor Soupault me contó entre los cinco mejores líricos, no sólo de Alemania sino de Europa. En una semana de este mes de marzo recibí de París un ensayo sobre mí, la visita de un periodista de Varsovia referente a una interviú y me solicitaron de Moscú que enviara una fotografía con biografía para una exposición de arte internacional. En Alemania soy uno de los líricos prominentes del expresionismo para las historias de la literatura, la radio me dedicó una Hora de los vivos y contrariamente a Stefan George, sit venia comparationi, un periódico observó sobre mí en esta ocasión: «uno de los más grandes de nuestro tiempo».
Ahora comparo estos novecientos setenta y cinco marcos con las ganancias de otros que cultivan las artes y las letras. Una buena primera bailarina percibe trescientos marcos por noche de su actuación en la Ópera del Estado, una prominencia mediana en el cine gana cuatrocientos marcos al día, el primer violinista de una orquesta de verano de algún nivel es retribuido con mil quinientos marcos al mes, el director de orquesta en la Marmorhaus con cuatro mil marcos. Sin querer compararme con algunas actrices de gran renombre de contrato fijo, pero de talento limitado, que perciben dos mil marcos mensuales, sin pensar en el dinero de los redactores en jefe, de los directores artísticos, en las dietas de los diputados, si sólo me refiero al tenor lírico Königsberg y al cantor de Wotan de Karlsruhe con sus dos o tres mil marcos de sueldo mensual, anda decididamente mal uno de los más grandes de este tiempo con cuatro marcos y medio mensuales.
Mas, como he dicho, no me quejo de esta condición. Si me quejase de ella, tendría que acusar al orden social, pero el orden social es bueno. Piénsese en esta raza que aspira de la oscuridad a la claridad sin ningún temor de revancha de la ley. Estos políticos y ministros que no corrompen teóricamente desde el milagro de Pentecostés hasta el Apocalipsis, y cuando han muerto qué firmas extrañas y económicamente débiles les insertaron un artículo necrológico. Estos héroes literarios, cada día una interviú, ¿cree alguien que preguntados por el Kukirol o las hemorragias hemorroidales se pronunciarían acaso menos presuntuosamente? Estos cuadernos artísticos «¿en qué trabajan?»; y luego contestan estos hombres de bien obre su ideales de creación de forma que frente a ello la contestación de un zapatero decente, preguntado por su horma, sería una creación humanamente profunda. Estas encuestas sutiles, «en qué capítulo le hace ofrecerle, en general, el tuteo?»; y ninguno de los consultados mandan al que hace la encuesta una caja de cerillas con secreciones bronquiales, no, quiero seguir irrigando miss blenorragias, veinte marcos en el bolsillo, sin dolor de muelas, sin callos, el resto es ya comunidad y me esquivo de ella.
¿O qué habla en favor de la comunidad? Quizá Kleist cuando se sirvió de la pistola de repetición en Machnow, o el viejo tío Fritz en su vejez, bienvenido de Sils-María, cuando se dejó crecer la barba en casa de su hermana, o Weininger o los Morituri en el Calvario, vinagre en las amígdalas y los pies llorados por dos viejas: ¡a las rondas de cerveza con los señores!
Machnow, Gólgota, Naumburg, todo por cuatro marcos cincuenta al mes, ¡pero yo a mis blenorragias y cada mes una poesía! La poesía es el trabajo impagado del espíritu, del fondo perdido, una especie de acción en el saco de arena; unilateral, estéril y sin compañero: ¡evoë!