sábado, 24 de marzo de 2012

Robert Musil, "Fecundidad moral" (1913)


pp. 38-40





El egoísmo es tan sólo una ficción de los teóricos de la moral; para el sentimiento, querer únicamente el bien propio no es en ningún sentido un asunto meramente personal. Sólo la completa sordera de entendimiento sería egoísmo en forma pura. Un automatismo sin conciencia concomitante. Un cortocircuito entre el estímulo sensorial y la voluntad, sin paradas intermedias en un sentimiento del mundo. El libertino, el gran criminal, el corazón de hielo, también son variantes del juego de altruismo, así como por ejemplo el donjuanismo se ha explicado como forma de amor.

Se ha demostrado que todo impulso altruista se puede retrotraer a un acto de egolatría. Igual se hubiera podido constatar que detrás de cada conducta egoísta se esconden impulsos altruistas, sin los cuales sería incomprensible. Llevadas al límite, ambas conclusiones son igual de chuscas. Dignidades del concepto en un cacharro que se tambalea, un juego involuntario del pensamiento, porque el suelo de los sentimientos oscila debajo.

Lo que aparece como un hecho cuando se buscan ejemplos de egoísmos diversos es siempre una relación sentimental con el entorno, una relación entre un yo y un tú que es difícil en los dos extremos. Pero igual de raro ha sido el puro altruismo en cualquier época. Sólo ha habido hombres que tenían que serles útiles a otros porque les querían, y otros que han tenido que hacerles daño porque les amaban y no podían expresarlo de otro modo. Pero odio y amor tampoco son más que fenómenos engañosos, pequeños indicios casuales de una misma fuerza que apremia a algunos hombres, y a la que podría calificare simplemente como agresividad moral, como la fantástica compulsión de reaccionar con vehemencia ante sus semejantes, de diluirse en ellos, o aniquilarlos, o crear para ellos alguna clase de constelaciones ricas en descubrimientos internos. Tanto altruismo como egoísmo son posibilidades de expresión de esa fantasía moral, pero en conjunto, tan sólo dos de sus múltiples formas jamás contadas.
 
Tampoco lo malo es lo contrario de lo bueno, o su ausencia, sino fenómenos paralelos. No son contrarios esenciales o últimos desde el punto de vista moral, como siempre se presupone, y probablemente tampoco conceptos de particular importancia en ningún sentido para la teoría moral, sino construcciones prácticas e impuras. Oponerlos diametralmente corresponde a un estadio anterior del pensamiento, que lo esperaba todo de la dicotomía, y es poco científico. Lo que presta a todas esas dicotomías morales su aspecto de importancia es que se las hace intercambiables por otra, “algo a combatir/algo a defender”. Esa contradicción auténtica que acompaña a todo el problema encierra de hecho un componente importante de la moral, y sería mala cualquier teoría que quisiera suavizar algo o mediar de alguna manera en ella. Pero sostener que comprenderlo todo significa perdonarlo todo no es mayor confusión que la de que el significado de un fenómeno moral se agota en decidir si es digno de perdón o no. Aquí se entrecruzan dos cosas distintas que hay que mantener completamente separadas. Lo que se debe combatir o defender viene determinado por convicciones prácticas y relaciones fácticas, y si se deja el necesario terreno de juego a los azares históricos, ha de ser posible explicarlo exhaustivamente. El que yo castigue un robo no precisa para justificarse de ningún fundamento último, sino de uno meramente actual. Pero ahí no hay ni rastro de consideración moral o de fantasía. Si por el contrario alguien se siente paralizado en el instante en que va a aplicar un castigo, y siente que se desploma de repente su derecho a ponerle la mano encima a otro hombre, si comienza a hacer penitencia o se harta hasta reventar en las tabernas, entonces ya nada tienen que ver en lo que le concierne lo bueno ni lo malo, y con todo, se encuentra sin embargo en un vehemente estado de reacción moral.

Hasta qué punto se siente la moral como algo que es en sus mismos fundamentos cuestión de aventura y de experiencia, lo prueba el que incluso sus teóricos abandonen la segura tierra firme del utilitarismo y hayan intentado a menudo elevar el ¡tú debes! a experiencia peculiar, para dejar que el sentimiento llame a la puerta desde el exterior, embozado como un gran extraño, en disfraz de deber. El imperativo categórico, y todo cuanto desde entonces pasa por experiencia específicamente moral, no son en el fondo más que una enrevesada comedia de cascarrabias con el fin de volver al sentimiento. Pero lo que así se devuelve a primer término es algo completamente secundario, inconsistente por sí mismo, que presupone leyes morales en lugar de crearlas. Una experiencia auxiliar, y ni de lejos la experiencia central de la moral.

De todas las máximas morales proclamadas alguna vez, aquélla a la que envuelve la atmósfera más altruista no es “ama a tu prójimo” o “haz el bien”, sino el postulado de que la virtud se puede enseñar. Pues de hecho toda acción racional precisa de los demás hombres, y sólo crece mediante el intercambio de experiencias comunes. Pero propiamente la moral sólo empieza en la soledad que separa a cada uno de cualquier otro. Aquello de lo que no se puede hacer partícipe a otro, la clausura en uno mismo, es lo que hace necesitar a los hombres de lo bueno y lo malo. Bien y mal, deber o falta al deber, son formas con las que el individuo instaura un equilibrio sentimental entre sí mismo y el mundo. No obstante, lo importante no es comprobar lo típico de esas formas, sino antes bien comprender la presión que las crea o la depresión sobre las que se apoyan, infinitamente distintas. Y para eso la acción es un primer balbuceo, ya se trate de un héroe, de un santo de un delincuente. Incluso el asesino sexual tiene algún rinconcito lleno de heridas íntimas y de peticiones secretas, en algún punto el mundo es injusto con él como con un niño, y no es capaz de expresarlo de otra manera que así, al modo en que en ese momento lo consigue de un golpe. En el criminal hay resistencia y falta de resistencia frente al mundo, y ambas se dan en todo hombre que tenga un marcado destino moral. Antes de aniquilaar a alguien semejante, así sea el mayor de los infames, se debería tomar y proteger lo que en él era resistencia y fue aplastado por lo demás. Y nadie afrenta más a la moral que esos pobres diablos de lo bueno y lo malo que, ante algunas de sus formas de aparición, rehúsan el simple contacto con un lánguido sobresalto.

viernes, 23 de marzo de 2012

Para acabar de una vez con el juicio (VI)

                                                        T'acqueta omai. Dispera
                                                         l'ultima volta. Al gener nostro il fato
                                                         non doñò che il morire. Omai disprezza
                                                         te, la natura, il brutto
                                                         poter che, ascoso, a comun danno impera,
                                                         e l'infinita vanità del tutto.

   

                                             Cálmate ahora. Desespera
                                             por última vez. A nuestro género el hado
                                             no dio sino el morir. Ahora desprecia
                                             a la naturaleza, el brutal
                                             poder que, oculto, impera sobre todo el daño común
                                             y la infinita vanidad del todo.

sábado, 11 de febrero de 2012

El tragador de rocas



Beñat Baltza Álvarez

EL TRAGADOR DE ROCAS



  
TREMENTINA//POESÍA






Cubierta: Trementina desde Internet
Escrito hacia el año 2000

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Ah, todo esto antes que yo,
acción, pasión, alumbramiento,
funerales—
un cuarto oscuro
donde risa y temblor se confunden.
* * * * *

Avidez de la noche me engulle: aquí:
grado cero
no
hay tiempo

crepitan las ciudades los planetas
crepitan
yo ardo....

Ah, si pudiera oscilar un momento—:
os soñaría
y

os soñaría.
* * * * *

Cien perros sarnosos me olfatean
en los escombros brillan los neones
misericordias centros de rehabilitación
en las orillas de las carreteras.

Cuán lejos de los cánticos nacionales,
de los himnos a las acelgas,
de la naturaleza asistida—

todavía unas cuantas patadas

el poeta en el ciberespacio
* * * * *

decir
por la boca
algo

hacer
que se entiende
* * * *
ESTUDIO

Y soñar para nada y caer en el hielo
            del sueño       
                                   quebrarlo
negra grieta crujido de huesos horizonte opaco
al que a rastras llegaré allí presente
acariciar la textura de lo que se derrite
la textura de los dioses de los imperios vencidos no sentir
piedad por ello mantenerme
cerca
en frío ya sólido que disminuye
de los ecos de los nomoi ohahohah ya no ser
y hablarles y contarles
la alegría cruel de su no-estar-ya-aquí
hielo ello también así y todo aurora
frío y resquebrajadura. Urgencia
urgencia consumir inventariados olvida
con urgencia dicha
                                   ahora
palabras
gritar el frío soplarse las manos callar:
todo el silencio corriendo por la sangre cerebros que aún
no nacieron piedras
que aún no chocaron entre sí
pliegues
por hacerse en las raíces
de la seda del mar oh
sana ohsanna bienvenido Príncipe del Silencio
bendice con tu mudez a la nueva criatura:
Moriremos en esta celda.
* * * * *

Las sombras.
Las voces que se alejan.
Las voces que no son.
Las voces que son nada.
Estás. No
hay nadie.

¿Quién busca?

Una voz
pregunta

Quién busca

Busca pregunta
busca. Voz.
Zov. Zovdmch
Scmnmas
Ozzzzzqwjftyt

¿Por quién se toma la Tierra?

Busca pregunta busca quiénbusca

Los pliegues.
Los vestidos.
* * * 
HORROR VACUI
(Lectura de Santiago López Petit)

nada nos espera
ningún resplandor nos guiña el horizonte
solamente marchar como quien fuma
los pulmones se abren y se cierran
el humo viaja y no hace formas
la habitación por la mañana se ventila
* * * * *
rosa fatigada del sol
cráneo impotente desluce
el cielo extiende su mortaja
sobra la parcela de cielo
por mis cuencas conquistada
* * * *

somier de hierro fundido desmantelamiento
los ríos no son dragados pestazo de sedimentos
los ríos traen colores vivan los peces mecánicos
los ríos ríen la risa laborables y festivos
si llueve mucho desbordan los ríos de risotadas
desbordar qué hermoso verbo luego después viene el chorro
chorrear y desbordar oh qué boda tan hermosa
la tarta la tarta dónde está la tarta
que se besen que nos besen
besémosles...
música música música
como salgan con rancheras va a ver un cortocircuito
pestazo de sedimentos
si los hombres de granja fueran qué a gusto los comería
y el doctor Agirreolea lugosizó su semblante—
los ríos no nacen donde dicen que nacen
sabemos que existe el sol la absorción de las aguas
la formación de las nubes etcétera

mira qué ojos tienes échate a mi lado
somier de hierro fundido vivan los peces mecánicos
* * * *

sueños de grava y orilla
dulce hora del abandono
corazones en terciopelo negro
música del estercolero—

porque una flor blanca entonces
me hechizó con su mirada
dulce hora del abandono
* * * * *

tragador de rocas
vómito de las montañas
vómito de acantilados
vómito de lava
fuego interior
desorden

piedra
molida en la uretra
piedra
arenilla en el sueño orina
sobre el amor cobarde de los hombres

Oh arquitectura del mundo
yo te amo
yo te aborrezco
soldado por el escroto al pedregal cósmico
centrifugado
centrípeto

dolor del sueño en el dolor de la vigilia
te amo
arcada inmensa
palabras meteoritos
palabras estrellas frías

Frío
 * * * * *



TREMENTINA//POESÍA

viernes, 10 de febrero de 2012

Dos poemas de Lois Pereiro



(PREPARED PIANO)


Neutralizar las líneas
la proyección externa
de las formas intestinas
con una mirada distante
a lo que desgrano de ellas
en el líquido de la idea necesaria
Que despegue el pigmento
sin destino
ajeno a su presencia
y un murmullo de gusanos
de la impresión que se desvanece
que el cuerpo invente
Demostrar que hay distancias
principios filosóficos
en un cuerpo expuesto a todo
que no ceden y acogen
cierto reflejo falso en su esencia
Superficie que emerge en la estructura
piel ilusión orgánica del cuerpo
Por tanto la vida se desgaja en minutos
al adelantarse a sí misma
un paso es indiferencia
y después nada
La fina piel de un virus
cuando la sangre es visible
la carne se hace cierta
en perfiles que se pierden
en cuanto cierro los ojos
y dejo espacio virgen para otro intento

(pp. 165-167)
                                                     * * *




(Análisis hemático del amor)

Con el amor que se interpone
entre vosotros
y mi miedo
se alteran los parámetros orgánicos
de mis restos en frágil equilibrio
bien restaurados y supervisados.

Y podría hacer un Lied amargo
dedicado a mis seres más amados
modificando mis CD4
y bajando el nivel de protombina
de este cuerpo que flota en endorfinas
sin jeringas o fármacos
que las lleven.

La sed por soñar aumenta la fiebre
y causa hemorragias invisibles
exiliando de la sangre los hematíes.

Pero las lágrimas lubrican el deseo
provocan más nostalgia
y anestesian.

La amistad protege y el amor cura
el odio contagia y hiere
la indiferencia mata.

Apagado este incendio sobrevivid libres
de este estertor final de quien os ama

(pp. 241-243)


jueves, 19 de enero de 2012

Lydia Lunch, Paradoxia

                                                       

                                                           Relato 20, páginas 140-145




Vendí las pocas cosas que Marty y yo habíamos acumulado. Todo el mobiliario, el estéreo, mis libros, mis libros, los discos y la mayor parte de mi ropa. Tenía que largarme de L. A. inmediatamente. Antes de recaer en toda la mierda de Johnny. Me las arreglé para juntar lo suficiente para pagar un billete de ida a Europa. En lista de espera.

Ámsterdam. Una Disneylandia psicodélica abarrotada de sex-shops, tiendas de tatuajes y, calle tras calle, un escaparate tras otro con putas avejentadas exhibiéndose dentro. Me sentí como en casa. En cada esquina había un chiringuito donde vendían hierba. Cientos de cafés atestados de miles de turistas, de artistas, de gente que aspiraba a serlo, de directores de cine y de cualquier otra forma imaginable de pervertido. La afluencia de italianos borrachos, marroquíes colocados, americanos ignorantes e ingleses palurdos convertía el lugar en un paraíso para los carteristas.

Tenía el número de teléfono de un disc-jockey especializado en música underground. Cuando tal cosa existía aún. Lo había conocido unos años antes en una actuación que hice en el Teatro Internacional de la Poesía y el Dolor. Me ofreció su apartmento durante el mes de agosto a cambio de que le ayudase a acabar a tiempo un trabajo, la organización de un festival de verano, de carácter anual, programado para celebrarse en su ausencia. Se iba a Tailandia en treinta y seis horas. Otro golpe de suerte.

Me sugirió que llamara a Babbette, una directora de cine de vanguardia y una mujer deliciosamente curtida. Especialista en documentales sobre los movimientos radicales de los años setenta. Acababa de ser premiada con una beca para filmar una película independiente para la televisión francesa y estaba buscando a alguien que le ayudara en varios aspectos de producción. Me apunté sin pensarlo dos veces, para escamotear una quinta parte del presupuesto. Entregué un guión cuyos temas de celos, locura erótica, aislamiento y rechazo eran el vivo reflejo de las aventuras que yo había estado orquestando durante años. Tenía tres semanas para doblegar a aquella bestia, antes del inicio del rodaje. Tres emanas para merodear por mercadillos, librerías, galerías de arte, clubs nocturnos o emporios de la droga; para garabatear notas en ráfagas frenéticas, que luego iban a ser encajadas en el script. El rodaje empezó al día siguiente de presentar el guión. Un caótico revoltijo de emociones cruzadas.


Conocí a Styn durante la filmación. Era el encargado de los efectos especiales. Misteriosas puertas que se abrían y se cerraban. Agujeros taladrados en la frente. Narices sanguinolentas. Heridas de guerra. Yo ya estaba acostándome con dos de los actores y me había encamado con varias de las chicas del catering. Él me dio un respiro de la penosa tarea de escribir, codirigir y actuar en una película que de todas formas no iba a ver nadie.

Juntos nos tomábamos largos descansos fuera de las localizaciones, y vagábamos sin rumbo por los boscosos barrancales que flanqueaban la enorme y ruinosa finca en la que estuvimos confinados durante semanas. Yo estaba fascinada por su educación europea, su cultura y sus maneras refinadas y tranquilas. Una especie totalmente diferente. Declaraba, coincidiendo conmigo, sentir indiferencia por los remordimientos, los celos o el sentimiento de culpa. Decía que el pozo de sus emociones era una charca de poca profundidad más allá de la cual mandaba la inteligencia. La razón se imponía cuando la fibra sensible aflojaba, y eso le ahorraba las heridas autoinfligidas del amor perdido, el ego destrozado o las relaciones tormentosas. Encontrar su punto débil era un desafío.

Me seducía con pasajes robados a Blanchot, a Bataille o a Foucault. Yo me dejaba seducir por sus cortos monólogos cuya belleza me llenaba de hastío y melancolía. Cuando estaba a punto de llorar, él reía quedamente y me susurraba que era hora de volver al trabajo. La filmación estaba a punto de terminar.

Styn me sugirió que lo celebráramos y me invitó a cenar. Tenía un piso de soltero en una segunda planta, que daba a uno de los muchos canales que entrecruzaban la ciudad. Unas tenues luces blancas y una música anodina no hacían presagiar la pesadilla en ciernes. Un exquisito pescado blanco, una sopera llena de un suave consomé, fruta, vino. Sencillo. Elegante.


Hasta que empecé a sentir náuseas. Mareos. Ni siquiera habíamos acabado de comer cuando la habitación entera comenzó a dar vueltas. La vista me flojeaba. Estaba a punto de desplomarme. Ebria, pero no de vino. Me pregunté si habría echado algo en mi copa… quizás un tósigo ligero. Un poco de arsénico. Belladona. La obra de Bataille El azul del cielo, hecha realidad. Styn parecía preocupado y a la vez divertido por mi percance. Me llevó con delicadeza hasta su cama y me pasó un trapo húmedo por la cara. Dijo que tal vez la comida fuera demasiado rica en proteínas, excesivamente dulce, o que quizá estuviese en mal estado. Empezó a halagarme, susurrándome lo bien que me sentaban las náuseas. Cómo daban una palidez radiante, un lustre luminoso, a mi ya de por sí blanquísima piel. Afirmaba que estaba resplandeciente, fascinante, maravillosa, algo digno de ver. Y que se estaba empalmando. Estaba rígido. Que si me importaba si se quitaba los pantalones, para darle un respiro a su excitación. Que la ropa lo estrangulaba. Mientras tanto seguía murmurando cuánto me favorecían las náuseas.

Le pedí que me ayudara a ir al baño. Ya no podía controlar los espasmos que me hacían estremecer el cuerpo. Necesitaba vomitar, mear, cagar. Estaba a punto de ensuciarme toda. Con el mayor cuidado me despojó del vestido, de las bragas y del sujetador; los dobló meticulosamente y los colocó encima del toallero. Sus maneras sofisticadas me recordaron las de un sirviente bien pagado. Insistió en que me arrodillara ante el retrete, que me purgara, que no fuera tímida. Que él estaba allí para ayudarme. Se quedó a mi lado, comprobando mi pulso, mi temperatura. Las pupilas de mis ojos. Las inmaculadas baldosas blancas brillaban reflejándose unas en otras, aumentando mi vértigo. Mi estómago se retorcía. Comencé a expulsar gran parte de la comida, bilis. Orinando y defecando al mismo tiempo encima del retrete, de las baldosas, de mis muslos. Mis entrañas, agitadas por las convulsiones, chorreaban por cada orificio.

Me desmayé y recuperé la consciencia varias veces. Perdí la noción del tiempo. No tenía idea de cuánto rato pasé tirada junto al retrete. Estremeciéndome. Con las tripas gimiendo. El sonido del disparador de la cámara que me estaba ametrallando me sobresaltó. El hijo de puta había estado fotografiando todo mi calvario. Poco a poco, empecé a recuperarme. Reuní la fuerza suficiente para levantar la cabeza, pedir un vaso de agua. Styn sonrió con dulzura e hizo girar la manecilla de la ducha. Retiró de la pared el enorme grifo, comprobó la temperatura del agua y orientó el chorro hacia las baldosas que había encima de mi cabeza, bautizándome con gotitas de agua fría. Trazó mi silueta en el suelo, me hizo cosquillas en los pies con chorros intermitentes, y acabó el masaje líquido entre mis piernas. Aumentando la presión seductoramente. Aguantándola allí lo bastante para que mi pulso se desbocara.

Entonces me golpeó en la boca. Un manotazo de agua, duro y frío, me hizo separar los labios y me obligó a engullir. Sonriendo mientras yo me ahogaba. Me hacía estremecer. Comenzó a frotarse la polla, que había estado expuesta todo el rato, con unos cuantos meneos enérgico a la vez que seguía disparando la cámara. Mantenía mis piernas separadas con la punta de su zapato. Apretaba la gruesa manguera de la ducha contra mi delicada flor. Mis piernas empezaron a moverse espasmódicamente. Mi cabeza se agitaba de un lado hacia otro. Las arcadas fueron amainando. El orgasmo se iba acercando. De vez en cuando la luz del flash rebotaba en las blancas paredes. Yo me sentía demasiado débil para protestar. Toda vanidad sería inútil. Estallamos los dos. Aquella visión enfermiza quedó grabada como una película en nuestra memoria, para referencia futura.

Dejó caer la manguera y se arrodilló junto a mí. Me besó los pies, murmurando letanías acerca de mi belleza en francés, alemán y holandés. Me lavó con cuidado. Una sonrisa angelical besaba sus labios. Yo estaba completamente exhausta, paralizada por el cansancio. Me llevó a su cama. Me dijo que descansara, que durmiera, que tenía que recuperar fuerzas. Yo era incapaz de reprocharle las notas que seguía tomando mientras la película rebobinaba dentro de la cámara. 


miércoles, 18 de enero de 2012

SUMMA SUMMARUN, Gottfried Benn



                                                           SUMMA SUMMARUM

                                                                    «Bienvenido de Sils-María.»





Se vuelve a hacer tanto por el arte, ningún círculo donde se bebe cerveza sin su representante, señores literatos son llamados al Ministerio, existe, se cita las orillas del Arno. Quisiera aparecer con una colaboración numérica, un cálculo, una consideración intelectual sobre cuanto he ganado con mi poesía y mi profesión de literato, summa summarum, en toda mi vida. Cuando hice mi primera publicación tenía veinticinco años, este mes he cumplido cuarenta, se trata, pues, de quince años y sumo muy exactamente todo lo que he cobrado de honorarios por los libros, incluyendo las obras completas, los folletines, la reimpresión, la inclusión en antologías, en una palabra, por la industria del papel y de las editoriales: son novecientos setenta y cinco marcos.

En lo que se refiere especialmente a las poesías, gané en 1913 cuarenta marcos por una hoja lírica en casa de mi amigo Alfred Richard Meyer, durante la guerra veinte marcos por poesías en las Weissen Blättern (Hojas Blancas) de Schickele, después de la guerra treinta marcos por dos poesías en el Querschnitt, esto representa en total noventa marcos por la lírica. No quiero hacer limpieza de ninguna manera como lo hizo Else Lasker-Schüler, mi actividad de médico-especialista me ha sustentado hasta ahora. Y aunque las enfermedades venéreas parecen desaparecer de la superficie de la tierra, y que el congreso internacional de sifilólogos en París en 1925 estimó que la lúes disminuirá en un cincuenta por ciento en los próximos años en Europa, no quiero acusar a Ehrlich-Hata en interés de lo general. Como he dicho, sólo es un cálculo sobre la poesía y el pensamiento, una asociación de ideas sobre el arte y la vida y la Fuente Castalia.

Tengo que hacer una observación preliminar a las consideraciones siguientes. No tiene ninguna importancia para la cuestión si soy apreciado, sobreestimado o menospreciado, como personalidad literaria. Aquí solo se trata de estadística, es decir, de lo siguiente:

Con estos novecientos setenta y cinco marcos he sido traducido al francés, al inglés, al ruso, al polaco y he entrado en antologías líricas de América, Francia y Bélgica. Según estoy enterado han aparecido en París el año pasado artículos y comentarios sobre mí en las Nouvelles littéraires, en Volonté y L’opinion républicaine. En un tratado del francés Reber he leído una crítica sobre un libro francés que se trataba de literatura alemana y al que censuraba porque no había mencionado a figuras como yo. En una conferencia en la Sorbona el señor Soupault me contó entre los cinco mejores líricos, no sólo de Alemania sino de Europa. En una semana de este mes de marzo recibí de París un ensayo sobre mí, la visita de un periodista de Varsovia referente a una interviú y me solicitaron de Moscú que enviara una fotografía con biografía para una exposición de arte internacional. En Alemania soy uno de los líricos prominentes del expresionismo para las historias de la literatura, la radio me dedicó una Hora de los vivos y contrariamente a Stefan George, sit venia comparationi, un periódico observó sobre mí en esta ocasión: «uno de los más grandes de nuestro tiempo».

Ahora comparo estos novecientos setenta y cinco marcos con las ganancias de otros que cultivan las artes y las letras. Una buena primera bailarina percibe trescientos marcos por noche de su actuación en la Ópera del Estado, una prominencia mediana en el cine gana cuatrocientos marcos al día, el primer violinista de una orquesta de verano de algún nivel es retribuido con mil quinientos marcos al mes, el director de orquesta en la Marmorhaus con cuatro mil marcos. Sin querer compararme con algunas actrices de gran renombre de contrato fijo, pero de talento limitado, que perciben dos mil marcos mensuales, sin pensar en el dinero de los redactores en jefe, de los directores artísticos, en las dietas de los diputados, si sólo me refiero al tenor lírico Königsberg y al cantor de Wotan de Karlsruhe con sus dos o tres mil marcos de sueldo mensual, anda decididamente mal uno de los más grandes de este tiempo con cuatro marcos y medio mensuales.

Mas, como he dicho, no me quejo de esta condición. Si me quejase de ella, tendría que acusar al orden social, pero el orden social es bueno. Piénsese en esta raza que aspira de la oscuridad a la claridad sin ningún temor de revancha de la ley. Estos políticos y ministros que no corrompen teóricamente desde el milagro de Pentecostés hasta el Apocalipsis, y cuando han muerto qué firmas extrañas y económicamente débiles les insertaron un artículo necrológico. Estos héroes literarios, cada día una interviú, ¿cree alguien que preguntados por el Kukirol o las hemorragias hemorroidales se pronunciarían acaso menos presuntuosamente? Estos cuadernos artísticos «¿en qué trabajan?»; y luego contestan estos hombres de bien obre su ideales de creación de forma que frente a ello la contestación de un zapatero decente, preguntado por su horma, sería una creación humanamente profunda. Estas encuestas sutiles, «en qué capítulo le hace ofrecerle, en general, el tuteo?»; y ninguno de los consultados mandan al que hace la encuesta una caja de cerillas con secreciones bronquiales, no, quiero seguir irrigando miss blenorragias, veinte marcos en el bolsillo, sin dolor de muelas, sin callos, el resto es ya comunidad y me esquivo de ella.

¿O qué habla en favor de la comunidad? Quizá Kleist cuando se sirvió de la pistola de repetición en Machnow, o el viejo tío Fritz en su vejez, bienvenido de Sils-María, cuando se dejó crecer la barba en casa de su hermana, o Weininger o los Morituri en el Calvario, vinagre en las amígdalas y los pies llorados por dos viejas: ¡a las rondas de cerveza con los señores!

Machnow, Gólgota, Naumburg, todo por cuatro marcos cincuenta al mes, ¡pero yo a mis blenorragias y cada mes una poesía! La poesía es el trabajo impagado del espíritu, del fondo perdido, una especie de acción en el saco de arena; unilateral, estéril y sin compañero: ¡evoë!    


para acabar de una vez con el juicio (V)


                                                   Tú -quien de todas las canciones de Eón
                                                   nunca supo más que una rima y una luz:
                                                   "Ah, tú que caes -en trampas propias-"
                                                   "Ah, tú iluminado -por la propia nada"

                                                    De rango tan bajo, apenas bachiller,
                                                    cuando la humanidd se examina y profunda diserta:
                                                    ante este azul que duplican los centauros
                                                    ¿no te roza el pesado ser de los cielos?